miércoles, 22 de mayo de 2013

Torpeza


El nene tenía ocho años, hablaba poco pero decía cosas importantes.

El primer encuentro le pregunté:

- ¿Por qué crees que tus papas te enviaron acá?
- Porque uso mucho la computadora. 
- Y si vos tuvieras ganas de decirme qué te pasa, ¿qué sería?
- Me cargan- dijo. 

Yo lo esperaba siempre en la puerta. Lo miraba venir por la calle: caminaba levemente encorvado, como una ramita, al lado de su mamá. En cuánto me veía, corría hasta alcanzar el último escalón donde yo estaba. Subía sonriente, se le apuraban las ganas, tropezaba y se le enredaban los pies. 
La mamá, cada vez que lo dejaba, decía: - ¡Qué torpe es este chico!

Hoy me pregunto cómo hubiera sido él sin la certeza de su madre acerca de su torpeza.

Me  respondo que quizás, seguramente, yo  no lo hubiera conocido.



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