lunes, 6 de enero de 2014

Llorar de rabia

Durante la primaria tuve una mejor amiga.
Vivía en una casa de principios de siglo, rodeada de grandes jardines a los lados. 
Una vez al año me invitaba a su cumpleaños. La invitación llegaba por correo con una semana de anticipación. Aún me recuerdo entrando al caserón, escalera de madera, puerta de roble. Detrás, la mamá, el papá, los animadores. 
Para la época, una fiesta con animación era un hallazgo: carreras de embolsados, carreras de tres piernas, búsqueda del tesoro. 
Premios para todos. 
Tres horas al año que me resultaban el Paraíso.  Cotillón, caramelos, y esa rareza de cuadrado con un espacio libre para mover las fichas.

En séptimo la invitación no llegó. 
Tampoco nadie me supo decir qué pasó con ella. Creían que se había ido a otra escuela, o algo así. No volví a verla. 

A los veinte supe que los habían matado a todos, a ella y a sus cinco hermanos, ¿no te acordas que el padre era militar?, No, no me acordaba. A los once no me importaba si el padre era cura, ladrón  o barrendero; sólo me interesaban las corridas en el patio de la escuela, los relatos de los pasillos y ese gran día hacia fin de año, en su casa.
Hoy en el lugar hay un edificio, ni rastros de los jardines, ni de su historia. 

Una debería plantarles edificios a los recuerdos, pero a mí no me sale. 
Aunque lo intento, siguen allí ocultos, como cuando era chica  y corríamos en búsqueda del tesoro. 
Sólo que ahora,cuando los encuentro, me hacen llorar de rabia.

3 comentarios:

  1. Excelente, muy fuerte, gran resumen de una epoca nefasta. Me encanto

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  2. Me alegra verte por acá Salito, espero con gusto tus notas!

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  3. Cuando lei lo del paraiso, no segui leyendo el aresto de la nota....pense en otras cosas....en cuando nos enamoran, nos prometen la felicidad y luego nos dejan, de ver, de escribir, de querer....de invitarnos al paraiso.
    Grace....como me gustaaaaaaaaaa leerte !!!!!!

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