Cerebros

Se me ocurrió pensar que el frontal es un cerebro con onda darwiniana: se adapta a los cambios y deviene en intelecto. Casi que vendría a ser un agregado cultural de lo más cool, con un nombre, Neocortex, de lo más chic. 
Pensaba esto el  otro día, en el taller de sensualidad, cuando nos preguntaron: - ¿Cuánto tiempo hay que esperar después de una cita, (baile, cena, café o cama) para mandarle o recibir un mensaje de la otra persona? 
La ronda iba respondiendo. Yo no tenía ni idea. Mi frontal no reaccionó: no supo que contestar, dije que no sabía, y pasé. 

Parece que lo correcto son dos días. Quedó claro que si pasaron cinco días, ya está:  perdiste toda oportunidad. Hay divergencias. El asunto dependerá de si una es chica o chico: la chica puede llamar dos horas después del encuentro y decir algo así como qué lindo lo pasé. Al chico, ni se le ocurra llamar en dos días, porque puede parecer muy interesado en el asunto, y eso no estaría bien visto.
Lo interesante es que en un grupo de treinta personas todos estaban de acuerdo. Hay una especie de "norma"  códigos sociales instaurados por el cerebro más nuevo, que incluye códigos temporales de habilidad social con especificidad en "primera cita. ".
¡Guau! Qué bueno!¡Es como un GPS  de las citas!

Lo triste es que me dí cuenta que carezco de las habilidades del lóbulo en cuestión. A mí, si algo me gusta, me salta la térmica de la amígdala y responde sin calendario. Parece que los sistemas que más uso, corresponden al Límbico, un cerebro algo demodé, que procesa las emociones puras, como alegría, miedo, placer.

No es tan cultural como el frontal, pero en caso de alteraciones se  ha observado que se pierde el carácter maternal y las reacciones afectivas hacia otras personas.
J.F.Fulton y Jacobson de la Universidad de Yale aportaron que la misma ayuda a la capacidad de aprendizaje y memoria. Es decir, a recordar qué nos gusta y lo qué no.
Hicieron una experiencia con monos: aquellos animales que tenían la amígdala lesionada no optaron, como los animales sanos, por los más apetitosos bocados, sino que eligieron cualquiera, al azar.

Creo que además, mi cerebro mantiene una rara conexión con la temperatura ambiental: si hay ternura, se activa, si hay distancia, se congela. Ojalá queden más primates (como yo) así cuando nos juntamos, no nos perdemos de encontrarnos cuándo y cómo se nos dé la gana.