viernes, 28 de noviembre de 2014

Visitante


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Si fueras un pájaro, te despertarías a las seis, gritarías un poco, ensayarías un canto como para desperezarte, y saldrías a buscar gusanos. Te acunarías sobre una rama, evitarías conciliar con las palomas ( no son nada conciliadoras), y, todo el día de aquí para allá, hasta la caída de la tarde.

No es fácil ser pájaro en la city. Cuarenta grados, calle de avenida, cientos de líneas de colectivos, gente apurada, bocinazos, nadie te da bola. 

Comencé a pensar como pájaro desde hace un tiempo, cuando llegó a casa un benteveo pichón en apuros. Llegó en las manos de Daiana; estaba en peligro, dijo, a vos te gustan, podrás ver? El tipo me miraba, chiquito, desde la cuna de trapos donde lo trajeron.

Caerse de un nido es cosa de vida y  muerte, y la verdad, mejor hubiera sido la jungla. Lejos de su mamá, lleno de hambre y de gusanos, sin poder volar, desvalido en la gran ciudad
En fin, yo tendría que aprender y a él no le quedaba más que esperar a que fuera rápido.

Le curé los bichos y lo llené de comida (como pude, pobre)
Lo llamamos Cuco, porque gritaba como un loco y desafinaba. Los gritos nos asustaban, por eso Cuco, por aquello de portate bien o  te va a llevar el Cuco.
En cada grito buscaba a su mamá.
Sufríamos, los dos. 
Íbamos muy temprano al lugar donde lo habían encontrado. Él, vigilaba, atento, sobre mi mano. Buscábamos a su familia. Pero no lo logramos.

Cuco gritaba. Yo entristecía. 
Si seguía domesticándose, no iba a poder volver con los suyos.
Empecé a sacalo al jardín, lo apoyaba en una ramita y ahí se quedaba quieto hasta que lo guardaba de nuevo, y lo mismo al otro día.

Una mañana vi por la ventana cómo una pareja de benteveos lo rodeaba. Se le acercaban, lo miraban. Lo van a lastimar, pensé. Sin embargo, al rato,  se fueron. 
Al día siguiente estaban de nuevo ahí. Y al otro, también. llegaban temprano y le andaban cerca hasta que caía la tarde y Cuco se guardaba.
Los pájaros cocleaban unos ruidos, como si aplaudieran castañuelas con los picos. Él gritaba fuerte y abría la boca.

Cuando vi que le daban de comer, lloré.
Lo reconocían como propio,  en una danza de ruidos, donde, al final,  lo llenaban  de lombriz.   
De a poco fue dejando la seguridad de su única rama, yo lo buscaba, y él me miraba parado desde la planta cercana. Yo lo llevaba a su rama, y al rato, otra vez no estaba. 
Los amigos le estaban enseñando a volar: vuelo corto, de planta en planta, lo acompañaban, siempre los dos. 

Una tarde lo busqué, pero ya no lo encontré. 

Hoy volvió. Trajo al jardín a sus hijos. Sabemos que es él porque se posa siempre en la misma rama, y estamos seguros, porque desafina. Yo no le pude enseñar. 


Acá está, por si lo quieren ver.  

Cuco: http://www.youtube.com/watch?v=znDo_ftdHf8

3 comentarios:

  1. Si me gustó? Te lo cuento con algunas palabras o con algunas lágrimas de emoción por la suerte del benteveo, por la magia de tus cuidados, por el corazón de mi amiga Grace?

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  2. Cuantas veces me perdí en la ciudad y Gra me cuidó y me puso en una ramita.... Qué bueno que Cuco y yo hayamos encontrado un corazón en el cemento.

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  3. Sin palabras, con mucha emoción. También estás en el mio.

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